Reflexiones....
Por ellos....
Repensar el periodismo, una tarea urgente
Anyelina Rojas V
El 11 de Julio del Próximo años, celebraremos los 30 años, desde la creación del Colegio de Periodistas de Chile, aniversario que nos sorprende en un periodo de procesos profundos en el contexto internacional y nacional. Y a mí, en particular, en un momento de profunda reflexión.
Diría que la reflexión que me acompaña hasta hoy, parte desde los inicios de mi formación profesional en que me cuestionaba acerca de la objetividad del periodista, en el sentido de qué, en concreto, representaba ese divino mandato que nos trasmitían nuestros maestros y formadores. El culto a la objetividad y las dudas que me merecía, acompañó todos mis años de formación y luego de mi ejercicio profesional.
Siempre pensé distinto. No me calzaba ese sentido de objetividad que. en el fondo, lo que proponía, era un periodismo neutro, a partir de ninguna creencia o marco orientador. Y no es que piense que el periodismo deba ser militante de un partido o ideología política; se demostró por ejemplo, en el modelo marxista ortodoxo que eso tampoco era liberador... pero, en concreto ¿cómo se da la pretendida objetividad en un medio de comunicación cuya propiedad está en manos de un actor que sí tiene ideología y visión política determinadas?
Ese fue mi análisis inicial, en los años de escuela. Y ahí mismo decidí que ejercería periodismo a partir de una posición de no neutralidad. Así lo hice patente en los años de dictadura para unos, gobierno militar para otros, cuando tomé posición por aquellos que pensaban que era indispensable recuperar la democracia. Posición que el mismo Pinochet después se encargó de graficar claramente cuando nos planteo a todos los chilenos, entre la disyuntiva de un SI o un NO. Yo estuve con el no.
Con el retorno a la democracia hace ya varios años y constatando que muchas situaciones de desigualdad en los procesos comunicativos se mantienen, me parece oportuno hacer una reflexión teórica.
Cuando nacen las primeras Escuelas de Periodismo en Latinoamérica, , éstas se ven influenciadas por el modelo dominante en las nacientes Ciencias Sociales, que en su pretensión de ser verdaderamente ciencia, emulan el modelo positivista y empiristas de las Ciencias Naturales. Esto hace que el periodista se transforme en un observador de los fenómenos noticiosos para que después los transmita tal cuál lo capturaron sus sentidos. Parece de perogrullo recordar que cada ser humano recoge subjetivamente la realidad a través de sus sentidos, incluyendo a los periodistas. Creo, sin embargo, que un sentido de objetividad bien entendida, tiene que ver con la rigurosidad en los distintos modos de recoger los datos, procesarlos y entregarlos al público.
Pero sigamos con la reflexión. Ese modelo norteamericano que influyó decididamente en las escuelas de periodismo de Latinoamérica, promovía una objetividad a toda prueba, la cual debía enfatizar en los sistemas y fenómenos comunicacionales para dar estabilidad a las sociedades y por consiguiente, preservarlas. Del mismo modo, este modelo evita cualquier cuestionamiento acerca del rol del proceso de la comunicación social, en la distribución inequitativa del poder. Por último, como el científico es observador y no agente de cambio, traslandando el modelo al ejercicio del periodismo, el profesional por ningún motivo, debía transformarse en promotor o agente del cambio social.
Esto quiere decir que el periodista bajo este enfoque cientificista, o positivista u objetivista, sólo tiende a reforzar el modelo dominante, que representa los intereses de los grupos de poder.
A partir del nuevo enfoque crítico en las Ciencias Sociales, que nace en la Escuela de Frankfort la comunicación también se ve influida. Dicho enfoque crítico considera en términos generales que el proceso de la comunicacional se da en un amplio contexto social y en sí mismo, es éste un complejo proceso social.
Sus partidarios sostienen que los periodistas no pueden ser profesionales neutrales sometidos al modelo, sino que por el contrario, deben comprometerse con el cambio social. Esto conlleva a cuestionar el rol de los medios en la reproducción de la ideología dominante; la propiedad de los medios de comunicación y la regulación estatal para el ejercicio profesional y promoción de la prensa independiente, entendiendo que la independencia debiera darse en relación a los grupos económicos y políticos dominantes, pero no de la sociedad en sí y de las grandes mayorías que no tienen canales de expresión.
Bajemos esta reflexión al terreno del ejercicio cotidiano de la profesión. El medio de comunicación es una empresa que pertenece a un grupo económico, que, a través de un directorio define una línea editorial, la cual obviamente, no lesionará sus intereses ni pondrá en jaque el modelo que lo sustenta. Dicha línea editorial baja desde el directorio al director periodístico del medio, quien a su vez, delega la responsabilidad ejecutiva en el editor. Este fija las pautas, define los temas que van o no van en la edición del día siguiente, como asimismo, las fotografías, titulares y portada. Por lo tanto, en cada decisión, hay un renuncio evidente a la pretendida objetividad.
Por una línea paralela, baja el mando a la gerencia, que habitualmente se fija por sobre la dirección periodística cuya gestión comercial se orienta hacia los avisadores –los sostenedores económicos de los medios- que son intocables, puesto que si se les toca, se pone en riesgo el financiamiento vía avisaje o publicidad. Pero no es el poder económico él único que ejerce presiones; también lo hace el poder político y sus instituciones. Muchas veces se negocia con las autoridades o se cede ante sus preferencias para no dañar las relaciones o asegurar el avisaje estatal.
¿Quién pierde en esta triangulación de poder político y económico?, lo que llamamos sociedad civil, que corresponde al común de la gente e incluso de sus instituciones primarias de base –sindicatos, clubes sociales, juntas de vecinos, grupos culturales, etc- que quedan al margen del proceso comunicativo cuando su demanda choca con los intereses de los distintos grupos de poder.
Porque pluralidad no significa entrega de información al por mayor de todos los sectores, grupos o personas, que den cuenta de lo noticioso a través del clásico modelo de Qué ocurrió, dónde, cuando y a quién. Pluralidad significa interpretar la realidad, analizarla, contrastar posiciones, promover el debate y la reflexión. Pluralidad no es dar cuenta de un choque, de un robo o del aumento de la cesantía. Hay que indagar en las causas, hay que investigar y abrir espacio a las críticas y a las propuestas, teniendo como trasfondo el sistema social y las relaciones que en él se producen. En definitiva, el periodista debe ejercer su rol teniendo primero un profundo y acabado conocimiento de la sociedad de la que forma parte, desarrollando la capacidad de cuestionar las desigualdades económicas y sociales que en ella se den, es decir, necesariamente debe promover el cambio social.
Es aquí donde los editores que fijan las pautas y deciden qué se publica y los periodistas que cumplen tareas buscar y redactar la información, tienen un llamado vital, por cuanto los medios de comunicación no se pueden abstraer de los procesos sociales cuando éstos se imponen, de modo que la forma de trabajar las pautas diarias y de reportear los hechos noticiosos, a los que prefiero llamar fenómenos sociales, puede y debe marcar la diferencia. Diría entonces, que repensar el rol del periodismo hoy, es una tarea urgente.
El 11 de Julio del Próximo años, celebraremos los 30 años, desde la creación del Colegio de Periodistas de Chile, aniversario que nos sorprende en un periodo de procesos profundos en el contexto internacional y nacional. Y a mí, en particular, en un momento de profunda reflexión.
Diría que la reflexión que me acompaña hasta hoy, parte desde los inicios de mi formación profesional en que me cuestionaba acerca de la objetividad del periodista, en el sentido de qué, en concreto, representaba ese divino mandato que nos trasmitían nuestros maestros y formadores. El culto a la objetividad y las dudas que me merecía, acompañó todos mis años de formación y luego de mi ejercicio profesional.
Siempre pensé distinto. No me calzaba ese sentido de objetividad que. en el fondo, lo que proponía, era un periodismo neutro, a partir de ninguna creencia o marco orientador. Y no es que piense que el periodismo deba ser militante de un partido o ideología política; se demostró por ejemplo, en el modelo marxista ortodoxo que eso tampoco era liberador... pero, en concreto ¿cómo se da la pretendida objetividad en un medio de comunicación cuya propiedad está en manos de un actor que sí tiene ideología y visión política determinadas?
Ese fue mi análisis inicial, en los años de escuela. Y ahí mismo decidí que ejercería periodismo a partir de una posición de no neutralidad. Así lo hice patente en los años de dictadura para unos, gobierno militar para otros, cuando tomé posición por aquellos que pensaban que era indispensable recuperar la democracia. Posición que el mismo Pinochet después se encargó de graficar claramente cuando nos planteo a todos los chilenos, entre la disyuntiva de un SI o un NO. Yo estuve con el no.
Con el retorno a la democracia hace ya varios años y constatando que muchas situaciones de desigualdad en los procesos comunicativos se mantienen, me parece oportuno hacer una reflexión teórica.
Cuando nacen las primeras Escuelas de Periodismo en Latinoamérica, , éstas se ven influenciadas por el modelo dominante en las nacientes Ciencias Sociales, que en su pretensión de ser verdaderamente ciencia, emulan el modelo positivista y empiristas de las Ciencias Naturales. Esto hace que el periodista se transforme en un observador de los fenómenos noticiosos para que después los transmita tal cuál lo capturaron sus sentidos. Parece de perogrullo recordar que cada ser humano recoge subjetivamente la realidad a través de sus sentidos, incluyendo a los periodistas. Creo, sin embargo, que un sentido de objetividad bien entendida, tiene que ver con la rigurosidad en los distintos modos de recoger los datos, procesarlos y entregarlos al público.
Pero sigamos con la reflexión. Ese modelo norteamericano que influyó decididamente en las escuelas de periodismo de Latinoamérica, promovía una objetividad a toda prueba, la cual debía enfatizar en los sistemas y fenómenos comunicacionales para dar estabilidad a las sociedades y por consiguiente, preservarlas. Del mismo modo, este modelo evita cualquier cuestionamiento acerca del rol del proceso de la comunicación social, en la distribución inequitativa del poder. Por último, como el científico es observador y no agente de cambio, traslandando el modelo al ejercicio del periodismo, el profesional por ningún motivo, debía transformarse en promotor o agente del cambio social.
Esto quiere decir que el periodista bajo este enfoque cientificista, o positivista u objetivista, sólo tiende a reforzar el modelo dominante, que representa los intereses de los grupos de poder.
A partir del nuevo enfoque crítico en las Ciencias Sociales, que nace en la Escuela de Frankfort la comunicación también se ve influida. Dicho enfoque crítico considera en términos generales que el proceso de la comunicacional se da en un amplio contexto social y en sí mismo, es éste un complejo proceso social.
Sus partidarios sostienen que los periodistas no pueden ser profesionales neutrales sometidos al modelo, sino que por el contrario, deben comprometerse con el cambio social. Esto conlleva a cuestionar el rol de los medios en la reproducción de la ideología dominante; la propiedad de los medios de comunicación y la regulación estatal para el ejercicio profesional y promoción de la prensa independiente, entendiendo que la independencia debiera darse en relación a los grupos económicos y políticos dominantes, pero no de la sociedad en sí y de las grandes mayorías que no tienen canales de expresión.
Bajemos esta reflexión al terreno del ejercicio cotidiano de la profesión. El medio de comunicación es una empresa que pertenece a un grupo económico, que, a través de un directorio define una línea editorial, la cual obviamente, no lesionará sus intereses ni pondrá en jaque el modelo que lo sustenta. Dicha línea editorial baja desde el directorio al director periodístico del medio, quien a su vez, delega la responsabilidad ejecutiva en el editor. Este fija las pautas, define los temas que van o no van en la edición del día siguiente, como asimismo, las fotografías, titulares y portada. Por lo tanto, en cada decisión, hay un renuncio evidente a la pretendida objetividad.
Por una línea paralela, baja el mando a la gerencia, que habitualmente se fija por sobre la dirección periodística cuya gestión comercial se orienta hacia los avisadores –los sostenedores económicos de los medios- que son intocables, puesto que si se les toca, se pone en riesgo el financiamiento vía avisaje o publicidad. Pero no es el poder económico él único que ejerce presiones; también lo hace el poder político y sus instituciones. Muchas veces se negocia con las autoridades o se cede ante sus preferencias para no dañar las relaciones o asegurar el avisaje estatal.
¿Quién pierde en esta triangulación de poder político y económico?, lo que llamamos sociedad civil, que corresponde al común de la gente e incluso de sus instituciones primarias de base –sindicatos, clubes sociales, juntas de vecinos, grupos culturales, etc- que quedan al margen del proceso comunicativo cuando su demanda choca con los intereses de los distintos grupos de poder.
Porque pluralidad no significa entrega de información al por mayor de todos los sectores, grupos o personas, que den cuenta de lo noticioso a través del clásico modelo de Qué ocurrió, dónde, cuando y a quién. Pluralidad significa interpretar la realidad, analizarla, contrastar posiciones, promover el debate y la reflexión. Pluralidad no es dar cuenta de un choque, de un robo o del aumento de la cesantía. Hay que indagar en las causas, hay que investigar y abrir espacio a las críticas y a las propuestas, teniendo como trasfondo el sistema social y las relaciones que en él se producen. En definitiva, el periodista debe ejercer su rol teniendo primero un profundo y acabado conocimiento de la sociedad de la que forma parte, desarrollando la capacidad de cuestionar las desigualdades económicas y sociales que en ella se den, es decir, necesariamente debe promover el cambio social.
Es aquí donde los editores que fijan las pautas y deciden qué se publica y los periodistas que cumplen tareas buscar y redactar la información, tienen un llamado vital, por cuanto los medios de comunicación no se pueden abstraer de los procesos sociales cuando éstos se imponen, de modo que la forma de trabajar las pautas diarias y de reportear los hechos noticiosos, a los que prefiero llamar fenómenos sociales, puede y debe marcar la diferencia. Diría entonces, que repensar el rol del periodismo hoy, es una tarea urgente.
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